La transición del Romanticismo al
Realismo: Luis A. Martínez
¿Quién fue Luis A Martínez?
El
Realismo fue una corriente narrativa nacida en Europa a finales del siglo XIX,
que pretendía mostrar la realidad tal como era, sobre todo en sus aspectos más
duros, crudos y desagradables.
Luis
Alfredo Martínez (1868-1909), escritor Ambateño, es considerado como el
indicador del Realismo en Ecuador con su novela A la Costa. Fue yerno de Juan León
Mera.
Características de la novela realista
·
Verosimilitud
con argumentos que se basan en la realidad cotidiana con personajes comunes.
Además se sitúan en el contexto contemporáneo del autor y lector.
·
Presencia
de un narrador que lo sabe todo en el trama y los protagonistas.
·
Sobriedad
en el estilo. El escritor busca ante todo la claridad y la exactitud.
·
El
protagonista entra en un conflicto con la sociedad.
A la
Costa
Del fervor al desencanto: Luciano y salvador
Don Jacinto Ramírez
y Doña Camila eran padres de Salvador, de carácter manso y pasivo, su hermana
Mariana era el reverso de su hermano ambos criado con la moral católica. La
amiga más íntima de doña Camila era doña Rosaura Valle, vieja solterona, una
figura repulsiva en la que sin dificultad se adivinaba la enemiga acérrima de
la belleza, de la alegría y de la juventud, acabada por los malos tratos de la vida.
Salvador ya en la universidad conoce a Luciano Pérez con quien hizo la primera
y única amistad de su vida. Luciano pronto en su corazón joven sintió el
nacimiento de una verdadera pasión por Mariana el instinto le advirtió que
Mariana también lo amaba, ambos estaban persuadidos de su mutuo cariño y con
todo, nunca pudieron tener una conversación a solas en la que pudieran decirse
lo que ambos sentían, eran amantes vergonzosos. Así estaban las cosas cuando la
beata hizo la denuncia de las pretensiones de Luciano hacia Mariana
Mariana reconoció
estar enamorada del joven Luciano, y enfrentó a su madre; Doña Camila muy
rabiosa prohibió a su hija volver a hablar con Luciano e igual hizo con su hijo
Salvador obligándole al joven romper la amistad. Pero sin embargo Mariana y
Luciano en un encuentro clandestino, venciendo todos los obstáculos que les
ponía esa sociedad cruel, se entregaron ese amor infinito, fugaz, inmortal. Un
día el doctor Ramírez regresó de la hacienda de Guayllabamba, y sintiéndose
repentinamente enfermo muere. Dejándola a doña Camila y a sus dos hijos en
orfandad-Mariana lloraba desconsolada en su cuarto, por la muerte de su padre y
también porque se sentía impura, manchada, era una de tantas sacerdotisas del
amor prohibido, sin hogar, sin virginidad. Rosaura iba de tarde en tarde a
tratar de convencer a Doña Camila para que obligue a su hija Mariana a
dedicarse completamente a los asuntos de la iglesia. Poco a poco la muchacha se
creó una gran ilusión con el padre Justiniano. La beata y en complicidad con el
cura Justiniano, llevó a Mariana a una solitaria casa, adecuada para albergar
borrachos, rateros y prostitutas. Mariana sudando de angustia y vergüenza
inexplicable, atravesó los sucios patios y entró al cuarto. Allí estaba
esperándola, sentado en un sillón el padre Justiniano. La beata encontró algún
pretexto los dejó solos y cerró la puerta por fuera con llave; dejando al cura
realizar sus más bajos instintos de lujuria. Años después Salvador y Luciano se
reencuentran, teniendo este una gran curiosidad por su amada Mariana; Salvador
le cuenta que Mariana se había convertido en una pérdida y lo peor; corrompida
por un fraile que tenía de santo y que andaba por las calles sucias llevando en
sus brazos a un niño, hijo del fraile infame. Pero el reencuentro dura muy poco
porque Luciano debía viajar a Europa y Salvador debía refundirse en una
hacienda donde consigue trabajo. Ahí se gana la confianza de don Roberto, el
amor de su hija Consuelo y el odio de Fajardo que pretendía desde hace mucho
tiempo a la joven. Pasado el invierno llegó el dueño de la hacienda, el señor
Velásquez, se enteró de todas la maldades que hacia Fajardo a Salvador, y
enterándose del romance ayuda a los jóvenes para unirse en matrimonio. Siete meses
habían pasado todo era dicha y felicidad, Salvador no se había sentido más
feliz en su vida y a hora tendría otra dicha, pronto iba a ser padre, pues
Consuelo le había confesado que llevaba en su vientre el fruto de su amor.
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